TC Centenario

El Turismo Carretera tiene ese “no se qué” que lo hace especial, aquellos que lo siguen desde los autódromos o por televisión, saben que esta categoría del automovilismo nacional sigue siendo la más popular y atrayente de todas.

Los que van al autódromo el fin de semana de la carrera soportan estoicamente las condiciones climáticas adversas: calores sofocantes, frios intensos, lluvias o vientos de magnitudes significativas (como el de este sábado, al que se le agregó la tierra en suspensión), pero la pasión y poder estar en el mundo particular del TC vale el pequeño “esfuerzo” (iba a escribir “sacrificio”, pero me pareció exagerado el calificativo, ya que nadie nos obliga).

El fanatismo por cada marca que compite, y el entorno que rodean cada competencia, hacen que la mística teceista continúe presente, incluso en los niños que acompañan a sus padres, y se incorpore en aquellos que, por ver como era eso de lo que hablaban los amigos fueron por primera vez a ver una carrera de TC y se enamoraron del rugir de los motores, de la pasión de los hinchas, del olor a asadito del domingo luego de las series, y toda la “ambientación” que hace que una carrera de Turismo Carretera sea mucho más que, como dicen los que no lo viven como fierreros, un montón de coches viejos dando un montón de vueltas a un circuito.

Estar en el circuito y ver a la gente en las tribunas, en la calle de boxes, rodeando el circuito, los autos en boxes, los pilotos, las promotoras, etc., hacen que el TC mantenga la atracción que lo hace único.

(GZ)

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